Katherine, una mujer que fue asesinada pidiendo protección para su vida

Es hora de que la secretaría de la Mujer coordine con la de Seguridad los casos en los que hay amenazas contra las mujeres.

Entre 8 y 9 mujeres asesinadas cada mes en Bogotá. De 78 casos que ocurrieron entre enero y septiembre, en 56 no hubo razón del autor del crimen. En diez casos se supo que fue la pareja. Y no pasa nada.

El crimen de Diana Katherine Campuzano, de 22 años, no hace parte de esa lista, corresponde a los datos de noviembre. Con ella la cifra se acerca a los 90 asesinatos de mujeres en lo que va del 2017.

¿Y qué le decimos a la familia? ¿Otra vez, los llamamos para decirles que una trabajadora social de la Secretaría de la Mujer irá a brindarles ayuda psicológica para aceptar la muerte?

Me niego a que sigamos en el mismo círculo vicioso. Katherine había instaurado el martes una denuncia y dos días después, el jueves, fue asesinada. Había ido a la Policía, les había contado a las autoridades, y su destino no cambió. Terminó muerta en manos de su pareja.

Las comisarías de familia deben tomarse en serio las amenazas de muerte que denuncian las mujeres. No pueden seguir con la práctica de acompañarlas al sepelio y brindarles asesoría a los huérfanos y a las familias afectadas. Eso es no es efectividad.

Es hora de que la secretaría de la Mujer coordine con la de Seguridad los casos en los que hay amenazas contra las mujeres para tomar medidas inmediatas y evitar que esas situaciones tan graves se pierdan entre las múltiples denuncias y quejas que tramitan las comisarias de familia.

Si es que las comisarías de familia no son capaces por falta de recursos, de herramientas o de personal, limitemos su trabajo a tratar los problemas relacionados con cuotas alimentarias y pongamos en funcionamiento desde la secretaría de la Mujer una instancia real de ayuda.

Pero no sigamos con la burla de acudir cuando la mujer ya ha sido asesinada. No es justo para las familias. No es justo para los hijos huérfanos. No es justo para la ciudad. Y es un pésimo mensaje de inoperancia que lo único que hace es hacer perder credibilidad en las autoridades y empujar a las mujeres al silencio porque saben que no encontrarán ayuda.

Lucía Bastidas
Concejal